Me salté la aplicación del fueguito y decidí descargar la del panal amarillo, esa en la que la mujer debe mandar el primer mensaje porque sentía que me daba un mayor control y me hacía sentir más cómoda con mi experimento. Llené mi perfil, escogí mis mejores fotos recientes y empecé a explorar. Pensé en él y me sentía de cierta forma... ¿culpable? Como si estuviera haciendo algo malo, pero lo cierto es que para él yo ya no existía, entonces daba igual lo que hiciera, no lo sabría y aunque lo supiera no le importaría.
De repente me sentí como en la película de Shrek cuando le enseñan a Lord Farquad las princesas solteras del reino para que pueda escoger.
Sí, no, sí, no, deslizar a la izquierda, deslizar a la derecha. ¿Escalar? Yo creo que no, te vas a la izquierda. Este que habla francés va hacia la derecha, a este le gusta viajar, derecha. Uy, mira este, qué ojos tan preciosos. Este sí, este no... ¡Ay Dios mío, qué terror, este definitivamente no! A la izquierda. Derecha, derecha, HOLA GUAPO, derecha, izquierda, derecha, MENUDO MATCH.
En menos de cinco minutos alguien había visto mi perfil y decidido que le atraía. Benditas sean las aplicaciones de citas. Seguí deslizando un poco más antes de enviar mi primer mensaje.
Después de una cantidad sana de matches para elegir, me fui a la ventana de conversaciones. Ahí volví a revisar la cosecha del día y empecé a mandar mensajes. Algunos tan sencillos como un "hola, ¿cómo va la semana?" y otros más elaborados, acordes a la biografía y los intereses del sujeto.
Las mujeres debemos saber que utilizar aplicaciones de citas requiere que escuchemos nuestra intuición de manera desmedida. El hecho de que el tipo se vea guapo en las fotos NO es suficiente motivo para tener una cita con él. No tiene que contarte toda su vida por mensaje, pero una se debe asegurar de que el susodicho al menos pueda mantener una conversación básica, así sabemos que vamos a conocer a una persona con al menos medio cerebro.
Nunca creí que a mis casi 30 años tendría que volver a salir a citas para conocer gente. Cuando me casé, para mí fue increíble saber que podría ser yo misma por el resto de mi vida, sin tener que disimular las partes más extrañas, y que compartiría mis días con una persona maravillosa. Las cosas dieron un giro inesperado y ahora me tocaba empezar de nuevo.
Lo que nadie te dice de salir con personas a tus 20's comparado con salir con alguien en tus 30's es que va a ser muy distinto. Ya no puedes culpar a tu edad o tu falta de experiencia por tus malas decisiones, así que permitir que el físico o el dinero de alguien te deslumbren queda fuera de la jugada. Es un "sí, te veo en tu carro del año, pero tu biografía solo dice -F1 🏎️-, ¿realmente no tienes nada más para ofrecer?"
Después están los que evidentemente solo están buscando sexo. Que no tiene nada de malo, de hecho se aprecia que sean tan explícitos, así puedes tomar la decisión que sea mejor para ti.
En mi caso, el sexo fácil no era lo que estaba buscando, así que los evité, aunque aun así algunos se colaron y cuando, en medio de una conversación normal, un tipo brasileño procedió a decirme de la nada que tenía un problema con las mujeres porque siempre le decían que tenía un pene demasiado grande, no pude evitar reírme para después eliminarlo de la lista. Al día de hoy me pregunto qué respuesta esperaba y si eso realmente le funciona.
Finalmente, después de filtrar y filtrar mi selección inicial, acordé ir a mi primera cita en Barcelona. Ojalá pudiera decir que fue una gran cita, pero lo cierto es que ni siquiera recuerdo su nombre.
Quedamos de vernos al día siguiente en un bar que me quedaba a unos 10 minutos. Él lo eligió, dijo que hacían unas patatas bravas muy buenas. Se veía bien en sus fotos, en la aplicación tuvimos una conversación corta pero coherente y tuvo la iniciativa de invitarme a salir. Buenas señales.
Mientras más se acercaba la hora, más me arrepentía de haber aceptado. Seguía pensando en el chico que me había reventado el corazón y me daba hasta flojera tratar de entablar una conversación con alguien más. Pero como era demasiado niña buena como para cancelar de último minuto, me aguanté y de todos modos fui. Esa cita duró 45 minutos hasta que le dije que tenía que irme a casa porque iba a llamar a mi mamá. Las patatas bravas ni siquiera estuvieron tan buenas y la conversación estuvo más aburrida que un ciego viendo una película muda.
Aunque fue una cita terrible, no me arrepiento de haber ido porque me sacó de mi zona de confort y precisamente eso era lo que estaba buscando. El hecho de estar incómoda y decidir irme es algo que nunca había tenido el valor de hacer. Y claro que se puede pensar que ni siquiera debí de haber ido en primer lugar, pero esto se hace un paso a la vez. Hoy mi victoria había sido irme de un lugar en el que no quería estar. El día de mañana tendría el valor de simplemente decir NO QUIERO IR.
Volví a casa y volví a filtrar mi lista de posibles prospectos porque si había aceptado salir con aquel tipo, seguro mis filtros personales no eran tan buenos.
Pasaron algunos días hasta que acepté salir con alguien más. Esta vez me aseguré no solo de que pudiera tener una conversación coherente, sino que también tuviera sentido del humor.
Para ahorrarnos tiempo, voy a resumir mis citas no relevantes. Sé que quieres detalles, pero confía en mí, estas citas no fueron tan interesantes como las otras de las que sí te voy a contar.
Resumen de mis citas no trascendentales:
1. El primer chico con el que salí en Barcelona: No recuerdo su nombre, pero era de Túnez. Teníamos cero cosas en común y me fui de la cita a los 45 minutos porque me aburrí. 1/10.
2. El segundo chico con el que salí: Tampoco recuerdo su nombre. Era español. En esta cita sí me quedé hasta el final. Tuvimos una conversación agradable y paseamos por las Ramblas de Barcelona. Mencionó a su ex en muchas ocasiones; habían terminado hace apenas tres meses y yo era la primera chica con la que salía después de ese suceso. Trabajaba como instructor de natación en un gimnasio (no, lamentablemente no tenía el cuerpo de gimnasio que te quieres imaginar, pero se veía bien). Fuimos a un bar que tenía un mirador de Barcelona. Esto me encantó porque las luces de una ciudad por la noche son mi paisaje urbano favorito. Nos tomamos una bebida y me llevó a mi casa. Al final de la cita, la estaba haciendo de su terapeuta porque me contó todo sobre su exnovia. Quiso volver a salir conmigo, pero le dije que no. 3/10.
3. Guillaume: Francés. Quedamos de vernos en un bar y llegué diez minutos tarde porque me perdí. El bar era muy ruidoso, así que sugirió ir a otro lado y terminamos en un restaurancito con mesas en la acera. Nos tomamos una bebida y conversamos. No recuerdo exactamente de qué, pero en un punto hablamos sobre videojuegos. Él era diseñador gráfico de videojuegos, no recuerdo los detalles, pero sí recuerdo que me dijo que había días en los que quería dejar todo y salir huyendo para viajar. Le pregunté qué era lo que lo detenía y me dijo que no quería decepcionar a su familia. La cita terminó sentados frente a la Sagrada Familia, conversando y riéndonos de mi horrible acento cuando hablo francés. No me volvió a escribir y yo tampoco. 5/10.
4. Terry: Era inglés, pero había crecido en Barcelona. Esta cita en particular fue divertida porque los dos hablábamos Spanglish. Empezamos en un restaurancito con mesas en la acera, hablamos de cine y me contó de su adolescencia como inglés en España. Cuando cerraron el restaurante, fuimos a un bar de tapas y me enseñó sus platillos favoritos de la comida catalana. La tortilla de patata de ese lugar estaba exquisita. Me reí lo suficiente como para recordarlo y al final de la cita sugirió que fuéramos a su casa. Le dije que no y me acompañó a la parada del metro para que yo pudiera volver al piso donde me quedaba. Me invitó a salir de nuevo, pero no quise porque no me gustó su sugerencia de ir a su casa el primer día de habernos conocido. 5/10.
Ahora sí, después de pasar estas citas, por fin conocí a alguien de quien sí voy a hablar.
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