La música. Reventándome los oídos. Manteniéndome alerta. Acelerando mi mente para seguir el ritmo.
—¿QUÉ? ¡NO TE ESCUCHO!
Las luces. Rojas. Como una fiesta en el infierno. Iluminando la discoteca de manera alternada.
—¡NO ENTIENDO!— Le grité por encima del ruido.
La gente se amontonaba en la pista de baile, moviéndose sin gracia y empujando a quienes se atravesaban en su camino.
Se acercó a mi oído y su aroma intoxicante me inundó los pulmones.
—¡TE QUIERO FOLLAR HASTA QUE TE CORRAS!
Esta vez lo escuché sin problema. Lo miré a los ojos y lamió mis labios. Sabía a menta y a alcohol.
Mi mente estaba completamente nublada mientras me besaba. Ya no había música ni tampoco luces. En mi cabeza solo existía este momento exquisito, sintiéndolo tan cerca de mí. No me quería despegar.
—Voy al baño. No te muevas de aquí. —Su voz me trajo de vuelta a la realidad.
Me quedé sola por unos segundos y se acercó uno de los chicos con los que había estado bailando antes.
—Cariño, me quedo contigo hasta que vuelva tu novio.
—No es mi novio.
—Ah, vale, ¿por qué no? Es guapísimo.
—Somos amigos. —Lo dije sin creerme ni una sola palabra. No éramos amigos y lo sabíamos.
—Pues tu amigo es muy majo*, nos tiene locos a todos.
A todos, incluida yo.
—Tiene ese efecto sobre las personas. —Le sonreí sabiendo exactamente a lo que se refería.
—Lo veo. Ya estarás contenta, tienes al chico más guapo de toda la discoteca. Si fuera tú, me volteaba y le comía la boca.
Me di la vuelta y ahí estaba. Como un agujero negro, absorbiendo todas las miradas a su alrededor. A veces me preguntaba si era consciente de ese poder que tenía. Una mirada suya, una sonrisa y listo, tenía a cualquiera bajo su hechizo, sin importar su género o sexualidad. No fallaba, jamás había conocido a una persona tan magnética como él.
—¿Nos vamos ya? —Me lo preguntó con una sonrisa a medias, sabiendo cuál sería mi respuesta.
—Vámonos.
Las siguientes horas se volvieron espesas. En mi cabeza únicamente se registraron las sensaciones más primitivas: el calor de su piel, el aroma de su cuerpo, su voz pidiendo que me acercara para abrazarme en cuanto nos metimos a la cama, sus manos recorriendo mi cuerpo y jalándome hacia él, el sonido de su respiración pesada, el placer que iba en aumento. Mi sobriedad me permitió experimentar cada sensación exquisita de este encuentro.
Jadeos. Sudor. Clímax.
Silencio.
Me despertó el sonido del pestillo de la puerta. Lo voltee a ver confundida e inmediatamente me hizo ademanes para indicar que me volviera a dormir, pero la ansiedad me invadió y me senté de golpe. Ahí estaba, a primera hora de la mañana, listo para irse.
—Ami, me voy. —Las palabras que me tiró como un balde de agua helada.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? —Acababa de abrir los ojos pero sentía que estaba en una pesadilla.
—Es una emergencia, no te puedo contar.
—No me puedes decir eso, me tienes que explicar. ¿Esto tiene algo que ver con lo que pasó anoche?
Me explicó lo ocurrido y entendí que debía irse, pero luego sucedió: dijo la maldita frase.
—Lo de anoche no debió haber pasado. Yo solo te veo como una amiga y creo que tú a mí no.
Recordaba esta conversación como si la hubiera escuchado a través de una pared. ¿Cómo había salido esto de los mismos labios que me habían estado besando?
—Entonces, ¿por qué dejaste que llegara tan lejos si tú lo sabías?
—Estaba borracho y… —Interrumpí su excusa absurda de manera tajante.
—No, no digas eso. —Hizo una mueca desganada.— Dime entonces, ¿te vas a alejar? —Mi voz quebrada quería pedir que se quedara.
—Creo que es lo mejor. Tengo que pensar las cosas.
—¿Me puedes avisar, al menos, si decides que ya no me quieres en tu vida?
—No te preocupes, lo haré. Adiós.
Me quedé sola sentada en la oscuridad. Estaba incrédula. En menos de 24 horas había pasado de decirme que era una de las personas más cercanas a él, a cortarme de su vida, como si las conversaciones interminables de los últimos meses nunca hubieran sucedido.
"Lo de anoche no debió haber pasado." Esta frase se repetía en mi mente una y otra vez como un disco rayado, causándome náuseas. Me di la vuelta en la cama tratando de procesar lo que acababa de suceder hasta que las lágrimas empezaron a brotar, sin imaginarme que pasarían semanas antes de poder contenerlas. Así empezó el día más largo de todo mi viaje.
Salí hasta las cinco de la tarde de mi hotel a buscar algo para comer. Había desperdiciado un día entero tratando de calmarme, me habían visto llorando en la recepción e incluso una chica me dejó una nota que decía: "Todo mejora." Por fin me convencí de que podía llorar mientras exploraba la ciudad, así que me vestí como pude y no me maquillé porque el rímel me hubiera durado apenas diez minutos. Me paseé por todos los sitios que debería de haber recorrido con él hasta que me cansé. Las horas se estiraban y el tiempo se hacía eterno esperando un mensaje, una llamada, una señal de que no me sacaría de su vida, pero nada de eso sucedió. Volví al hotel a empacar y prepararme para mi destino del día siguiente y puse una alarma a la hora a la que debía de irme a la estación.
Desperté sobresaltada en el tren, tratando de recuperar el aliento, había estado llorando en mis sueños de nuevo. Me tallé los ojos y pude ver el periódico del hombre sentado frente a mí que llenaba un crucigrama. Una palabra se destacaba entre las demás: VÉRTIGO. Exactamente lo que sentía en ese momento.
Apenas había pasado un día desde nuestra última conversación. Estaba aturdida, sin poder hilar lo que había sucedido. Era una montaña rusa donde la caída parecía no terminar, manteniendo mi ansiedad a tope y mis sentidos en un frenesí.
Mantuve la cordura al bajarme del tren. Estaba en una ciudad desconocida pero familiar. Compré un billete del metro y llegué a mi hotel en piloto automático.
Entré en el cuarto, dejé mis cosas y me tumbé en la cama a llorar. Lloré sin poder detener el mar que salía de mis ojos. Trataba de calmarme, pero parecía que las horas que había pasado sin llorar habían hecho que se me acumularan lágrimas de varios llantos. La chamarra* que estaba entre las cosas que él había olvidado al irse con prisa aún guardaba su olor. Le había dicho que se la cuidaría por si la quería de vuelta. La acerqué a mí para cobijarme del frío y el aroma de su perfume me envolvió. En mi mente volví a sentir su piel sobre mí. Lloré hasta quedarme dormida.
Su silencio me ensordecía.
Glosario
*Majo (ESPAÑA): Que gusta por su simpatía, belleza o gracia.
*Chamarra (MÉXICO): Prenda de ropa abrigada que se usa en invierno. Sinónimos: chaqueta, casaca, chompa.
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