Habían pasado algunos días desde mi llegada al piso. ¿O tal vez una semana ya? Mi concepto del tiempo se estiraba y contraía de una manera que me costaba mucho seguirle el paso. Estaba tratando de mantenerme distraída, encontrando felicidad en mis paseos por las callecitas divinas de Barcelona, pero al caer la noche me acechaban los recuerdos y mi mente ansiosa volvía a repetir la maldita frase una y otra vez: "Lo de anoche no debió haber pasado." Me hacía eco en todo el cuerpo.
No lograba entender por qué, si solo me veía como amiga, lo había iniciado él. Si tenía una discoteca llena de gente babeando por él, ¿por qué había elegido besarme a mí? ¿Por qué me había abrazado canción tras canción? ¿Para qué se había portado tan dulce si se volvería tan agrio? ¿Por qué acercarse así a mí, solo para salir corriendo en el segundo en el que lo correspondiera?
Todas las mañanas me despertaba jadeando para tratar de recuperar el aire, como si acabara de correr un maratón. Revisaba el teléfono al abrir los ojos, esperando que ese mensaje que había recibido fuera real, pero solo existían en mis sueños. Mi cerebro no podía entender cómo había logrado sacarme de su vida como si fuera nada. ¿Cómo podía haber sucedido que en cuestión de doce horas hubiera pasado de decirme que actualmente era una de las personas más importantes para él, para luego besarme y después desaparecer en la mañana como si nunca nos hubiésemos conocido?
¡Es que vaya mierda! Meses de llamadas interminables lo habían convertido en parte de mi rutina, una persona cercana en quien confiaba. Él había estado presente cuando mi negocio explotó y dejé mi trabajo. De hecho, él había sido una pieza clave para que yo lo pudiera lograr, ya que su confianza en mí me había ayudado a confiar en mis propias alas para dar el salto, pero sin él en la película, todo perdía sentido lentamente.
No quiero mencionar cuánto me costaba completar las tareas diarias de mi negocio. Tareas tan simples como grabar un video para crear contenido dolían sin explicación alguna. Había asociado tanto su presencia con los mejores momentos de mi emprendimiento, que no poder platicarle el día a día y contar con su opinión me hacía sentir desganada.
Era la única persona en mi círculo cercano con la que podía compartir esto, que entendía lo que hacía y por qué lo hacía. Valoraba su punto de vista tanto como si fuera el mío porque a nivel creativo siempre estábamos en la misma frecuencia. De repente, me sentía sola en la oscuridad. Había perdido a mi amigo, mi compañero de negocios, mi banco de risas y era hora de aceptarlo; había perdido a la persona de la que sin quererlo ni poder evitarlo, me había enamorado.
Mi cabeza daba vueltas una y otra vez. Afortunadamente hoy era jueves; esto significaba que tenía llamada con Eva, mi terapeuta. Había hecho mucho progreso en los últimos meses, siendo capaz de reconocer de dónde venía la ansiedad que sentía, explorando el impacto que mi infancia tenía en mi adultez y aprendiendo a sanar heridas viejas.
—Hola, Lau. ¿Cómo estás?
—No sé. Ya no me quiero sentir así. —Mi voz se quebró al terminar la frase.
—Cuéntame, ¿qué ha pasado?
—Nada, absolutamente nada.
El resto de la sesión siguió conmigo tratando de entender qué había hecho mal y cómo es que yo había importado tan poco para que él se fuera sin dejar rastro.
—¿Este comportamiento te recuerda a alguien en tu vida?
—Mi papá.
—¿Y qué pasaba cuando se iba papá?
—Siempre me decían que a pesar de no estar, él me quería mucho. A pesar de no llamarme y no buscar tener contacto conmigo, yo debía quererlo porque era mi papá y que un día iba a regresar, así que yo esperaba ese día.
—Eso debió haber sido muy confuso cuando eras niña, pero Lau, ya no tienes que tratar de dar más para que alguien decida quedarse y así probar que sí eres digna de ser querida. Tú mereces ser amada por quien eres, no tienes que probarle a nadie que vale la pena quedarse.
Quiero agregar que mis sesiones de terapia durante mi estancia en Barcelona sucedían en la Plaça de Gaudí, ya que en el piso compartido con las chicas no tenía privacidad, así que me veía como la chica que salía a llorar a la Sagrada Familia todos los jueves por la noche.
Me queda claro ahora cómo inconscientemente repetimos los patrones que no sanamos. Cómo nuestra herida atrae a la gente que nos lleva a enfrentarla una y otra vez, hasta aprender la lección y pasar la prueba. Estas personas vienen en diferentes disfraces, a veces son casi irreconocibles y justo cuando creemos que hemos elegido diferente, que esta vez sí es la buena y que estamos del otro lado, parecen hacer un acto de magia y se transforman en nuestro peor demonio. Pasamos por alto las famosas banderas rojas o eso nos hacen creer.
Empecemos por el principio: ¿cómo quieres que yo vea banderas rojas en algo que siempre fue normal para mí? ¿Un hombre entrando y saliendo de mi vida como si estuviera jugando en una puerta giratoria? "¡Bienvenido seas! Claro que voy a pasar por alto todas las veces que desaparezcas, pues si esto es normal en los hombres oye, ¡así me enseñó papá! Es justo lo que aprendí de él. Así que venga, juguemos a las escondidas, que para mí esto es un domingo cualquiera."
Hoy en día, después de horas de terapia y sesiones llenas de lágrimas, quisiera decir que todo ha quedado atrás aunque lo cierto es que todavía hay días en los que me toma desprevenida y la niña herida llora, pero esta historia se trata precisamente de esto: sanar.
Así que, querida lectora, si creíste que esta iba a ser una novela que termina en "y fueron felices para siempre" lamento decepcionarte porque esta historia solamente relata el proceso que has de vivir para desarrollar un apego seguro cuando nunca en tu vida has tenido un ejemplo de cómo luce. Sigamos entonces.
Pasadas unas semanas de ir y venir, me empezaba a sentir más tranquila. Poco a poco iba aceptando el hecho de que no volvería a saber de él y que se había ido para siempre de mi vida sin siquiera honrar mi única petición: avisarme que me sacaba de su vida si así lo decidía.
Desde mi divorcio no había dejado que nadie se acercara, excepto él; y por la manera en la que se dieron las cosas, que no hizo falta tener citas, no hicieron falta cortejos, no hizo falta nada, solo fue una amistad que se convirtió en algo más... Pero esto me había dejado con un nuevo problema: No tenía idea de cómo volver a coquetear con un hombre.
Llevaba años fuera del mercado y como mi plan no era quedarme sola y llorarle por siempre, decidí tomar la oportunidad que la vida me puso enfrente. Estaba en mi ciudad favorita del mundo, un sitio repleto de personas interesantes. Este era el lugar perfecto para practicar salir a una cita.
No había presión por mi parte, sabía que me iría y no tenía que comprometerme a nada. Así que de manera segura, yo podía volver a entender cómo es comportarse en una cita y hablar con un hombre. Aparte, siempre me habían llamado la atención los extranjeros y Barcelona era el lugar perfecto para conocer a alguno muy "majo".
Glosario
*Majo (ESPAÑA): Que gusta por su simpatía, belleza o gracia.
No te pierdas ningún capítulo!
Nuevo capítulo todos los Viernes
Todos los contenidos publicados en este blog están protegidos por derechos de autor y propiedad intelectual. Queda estrictamente prohibida la reproducción, distribución, o cualquier otro uso total o parcial del contenido de este sitio sin la autorización previa y por escrito del titular de los derechos.
Contacto: Lau@LibertadConLau.com
Creado con © systeme.io • Política de Privacidad • Términos del servicio